Bien puedo decir que quiero ser perdonada para tener la sublime experiencia del Amor de Dios. Para que esto sea así, el Curso nos enseña unos simples y poderosos pasos que debemos dar junto al Espíritu Santo Quien es el único que deshace nuestros errores.
Cuando un hermano se comporta de forma demente sólo lo puedes sanar percibiendo cordura en él. Si percibes sus errores y los aceptas, estás aceptando los tuyos. T-9.III.5:1-2
Una simple oración es la forma que he adoptado para manifestar mi voluntad de sanar, oración que hace mías estas enseñanzas y las expresa en palabras que participan del mismo espíritu:
Cuando un hermano se comporta de forma demente sólo lo puedes sanar percibiendo cordura en él. Si percibes sus errores y los aceptas, estás aceptando los tuyos. T-9.III.5:1-2
Una simple oración es la forma que he adoptado para manifestar mi voluntad de sanar, oración que hace mías estas enseñanzas y las expresa en palabras que participan del mismo espíritu:
“Padre, debo estar percibiendo falsamente porque estoy viendo un problema como algo externo y mis reacciones me señalan que la paz está ausente de mi corazón. No está mal que vea errores, sino que los acepte como reales. Si acepto los errores como reales, es que primero he contemplado mi interior y he percibido mis propios errores como reales, poniéndolos fuera del alcance de los milagros”.
Si quieres entregarle tus errores al Espíritu Santo, tienes que hacer lo mismo con los suyos. A menos que ésta se convierta en la única manera en que lidias con todos los errores, no podrás entender cómo se deshacen. T-9.III.5:3-4
Si quiero ayudar, si quiero aprender a ser verdaderamente útil, tengo que hacerme a un lado y dejar que Él me muestre el camino. De lo contrario, será mi ego quien tratará de ayudar al ego de mi hermano, hecho éste que bien puede funcionar en el mundo, pero que no será portador de paz, amor o curación. Y obviamente, ¡no habrá de resolver el problema!
¿Qué diferencia hay entre esto y decirte que lo que enseñas es lo que aprendes? T-9.III.5:5
No puedo corregirme. Sólo el Espíritu Santo puede. Y cuando finalmente deje de enseñar lo que he aprendido por mi cuenta, sabré que he aprendido únicamente del Espíritu Santo y que enseño únicamente con Él.
Tu hermano tiene tanta razón como tú, y si crees que está equivocado te estás condenando a ti mismo. T-9.III.5:6
Esto no tiene nada que ver con la forma, sino con el contenido. Mi hermano y yo compartimos la misma solución al mismo problema. Y la solución a cualquier problema que el Espíritu Santo resuelva será siempre una solución en la que nadie pierde. Y si Dios dio una solución, de alguna manera mis problemas, tus problemas ya tienen que haberse resuelto, pues lo que Su Voluntad dispone ya se ha realizado.
Tú no te puedes corregir a ti mismo. ¿Cómo ibas a poder entonces corregir a otro? Puedes, no obstante, verlo verdaderamente, puesto que te es posible verte a ti mismo verdaderamente. T-9.III.6:1-3
Y esto es posible aceptando al Espíritu Santo como mi Maestro, mi Amigo. Y esto es posible escuchando Sus Palabras, Sus Certezas.
Tu función no es cambiar a tu hermano, sino simplemente aceptarlo tal como es. T-9.III.6:4
Bendiciones.
Si quieres entregarle tus errores al Espíritu Santo, tienes que hacer lo mismo con los suyos. A menos que ésta se convierta en la única manera en que lidias con todos los errores, no podrás entender cómo se deshacen. T-9.III.5:3-4
Si quiero ayudar, si quiero aprender a ser verdaderamente útil, tengo que hacerme a un lado y dejar que Él me muestre el camino. De lo contrario, será mi ego quien tratará de ayudar al ego de mi hermano, hecho éste que bien puede funcionar en el mundo, pero que no será portador de paz, amor o curación. Y obviamente, ¡no habrá de resolver el problema!
¿Qué diferencia hay entre esto y decirte que lo que enseñas es lo que aprendes? T-9.III.5:5
No puedo corregirme. Sólo el Espíritu Santo puede. Y cuando finalmente deje de enseñar lo que he aprendido por mi cuenta, sabré que he aprendido únicamente del Espíritu Santo y que enseño únicamente con Él.
Tu hermano tiene tanta razón como tú, y si crees que está equivocado te estás condenando a ti mismo. T-9.III.5:6
Esto no tiene nada que ver con la forma, sino con el contenido. Mi hermano y yo compartimos la misma solución al mismo problema. Y la solución a cualquier problema que el Espíritu Santo resuelva será siempre una solución en la que nadie pierde. Y si Dios dio una solución, de alguna manera mis problemas, tus problemas ya tienen que haberse resuelto, pues lo que Su Voluntad dispone ya se ha realizado.
Tú no te puedes corregir a ti mismo. ¿Cómo ibas a poder entonces corregir a otro? Puedes, no obstante, verlo verdaderamente, puesto que te es posible verte a ti mismo verdaderamente. T-9.III.6:1-3
Y esto es posible aceptando al Espíritu Santo como mi Maestro, mi Amigo. Y esto es posible escuchando Sus Palabras, Sus Certezas.
Tu función no es cambiar a tu hermano, sino simplemente aceptarlo tal como es. T-9.III.6:4
Bendiciones.
Patricia
Milagros en Red
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