Todos hemos encontrado alguna perturbación emocional o intelectual frente a la primera interpretación que nos regala el ego al leer ideas del tipo “Dios no creo un mundo sin significado”, por nombrar solo una.
¿No me volveré insensible? ¿No me convertiré en alguien indiferente frente a la vida y los problemas? Esta idea de que todo es una ilusión, ¿implica una especie de parálisis emocional?
Un estudiante una vez le preguntó al Dr. Ken Wapnick cómo debería ver el efecto devastador del tsunami en Asia. La respuesta de Ken fue simple e incuestionable: “Con el Espíritu Santo”.
Si la vida es sueño - nuestro sueño - y somos - nada más ni nada menos que - el soñador, entonces estos eventos que como humanidad compartimos son una elección conjunta. Por lo tanto, es necesario que utilicemos nuestra reacción individual a ese evento para que nos ayude a despertar. Y ese despertar es lo mismo que decir regresar a ese lugar en nuestra mente en donde podemos elegir de nuevo.
El propósito del Curso es simple; ayudarnos a recordar que podemos elegir otra interpretación. Esa definición primera que aprendemos de milagro, ese “cambio en la percepción” es sinónimo de abandonar la voz del ego y elegir escuchar la voz del Espíritu Santo.
Decidir entre si escuchar o no las enseñanzas de este curso y seguirlas, no es sino elegir entre la verdad y las ilusiones. T-16.V.16.1
El proceso de decisión es simple. En toda situación, pedirle a nuestro Guía que mire con nosotros todo pensamiento oscuro, toda emoción lóbrega. Hacer esto no significa juzgar, sino evaluar nuestras decisiones bajo una luz sanadora. ¡Cuantas veces hemos leído que proyectamos sobre el mundo aquello que no queremos ver en nosotros! Pero ahora estamos maduros para entender que mirar nuestras reacciones bajo tal benévola luz es equivalente a dejar de proyectar. Y así entonces,
La realidad sólo puede alborear en una mente despejada. T-10.IV.2.1
A partir de allí y tal como señala el Curso, veré los testigos de la verdad en mí, en vez de aquellos que me muestran una ilusión de mí misma.
A partir de allí, habré intercambiado mi ceguera por los ojos de Cristo.
A partir de allí habré abandonado la negación, aceptando sólo el Pensamiento de Dios como mi herencia.
A partir de allí, la revelación de que el Padre y el Hijo son uno amanecerá en mi corazón.
Estoy decidida a ver.
Y con mi decisión de querer ver, se me da la visión.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red