El pasado viernes 17 de septiembre tuve la bendición de participar de un evento distinto, esperanzador, milagroso.
En el recinto del Senado de la Nación Argentina se entregaron distinciones a hombre y mujeres de la ciencia, el arte y la espiritualidad, honrándolos como Embajadores de Paz. Tuve la bendición de estar allí por ser colaboradora de Creando Tu Vida, un espacio que ha sido reconocido como embajada de paz.
Ese heterogéneo grupo reunido, desde remotos lugares del globo, tenía un sello universal inconfundible. Cada uno, desde su lugar, ejerce su significativa influencia en el mundo a fin de trascenderlo, y abandonando todas sus miserias, encaminarnos hacia una nueva humanidad.
Algunos buscan un dios de antaño, otros un dios moderno pero todos sabemos de un profundo e innegable llamado a la transformación.
Más allá de las discrepancias en nuestras personalidades e intereses, una certeza compartida nos recuerda que este cambio tendrá como cimiento la genuina hermandad, el respeto mutuo. Para expresarlo en una sola palabra, amor.
Hemos heredado un sistema opresivo, uno que proviene de nuestra mente. Esta forma de pensar ha consumido el mundo, dejándolo, dejándolos exhaustos.
“Los humildes heredarán la tierra… porque todos los demás habrán muerto por su propia espada”, señaló una vez jocosamente un conocido pensador. Y sin hacer mucho esfuerzo, podemos resumir todos los nombres de esa espada en un solo: resentimiento.
El momento ha llegado y finalmente la verdad ha amanecido: cada vez que obramos desde el amor, creamos un espacio para que una alternativa, una nueva forma de pensar alboree en nuestro corazón.
Marianne Williamson explica esto con su habitual genialidad al señalar que al igual que Cenicienta, quien retuvo su zapato de cristal aun después de la magia; nosotros también conservamos un recordatorio de nuestro Hogar en Dios, esperando el momento adecuado para renacer.
El momento ha llegado. Es hora de permitir que esos pensamientos inspirados, iluminados, guíen nuestros pasos en dirección a la paz. Es hora de permitir que esa Presencia en nosotros transforme los corazones afligidos, abatidos, fatigados.
Nuestra tarea es entonces simple: que la paz se manifieste en nosotros de formas prácticas, significativas, benéficas. Participar de la entrega de la Bandera de la Paz en el Senado de la Nación Argentina, lugar emblemático de estos últimos tiempos, arena donde se han librado batallas implacables, es símbolo del advenimiento de una época milagrosa.
Para esto solo es necesaria la certeza.
La certeza es la cuna de los milagros.
Y así serán realidad aquellos pensamientos del pensador francés:
Después de haber conquistado los vientos y los mares, la gravedad y las mareas, llegara el día en que aprovecharemos las energías del amor. Y ese día por segunda vez en la historia del mundo, la humanidad habrá descubierto el fuego. Teilhard de Chardin
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red