domingo, octubre 30, 2011

La Canción Olvidada

Una buena historia bien contada siempre ha ejercido una notable atracción en mi vida. Si esa buena historia venía acompañada de una partitura o de un guión, de un solo de Gibson o en capítulos, la fascinación era similar.

Caminando ya de la mano del Curso, sospeché que tales emociones en mí eran una especie de invitación a pensamientos relacionados con gratitud, unión, comprensión, Cielo. 
Siempre habían estado en mí, pero  nunca los había podido identificar apropiadamente; ese inexpresable recuerdo de mi Padre,  recuerdo que añoro desde que adherí a la ficción del ego.

Escucha y mira a ver si te acuerdas de una canción muy vieja que sabías hace mucho tiempo y que te era más preciada que cualquier otra melodía que te hayas enseñado a ti mismo desde entonces. T-21.I.7.5

La tentación de confundir forma con contenido es el fulminante ofrecimiento del ego. ¡Cuánto más fácil sería tener algunos “específicos”! Si el Curso señalara, por ejemplo,  que la música está más cerca del espíritu que la literatura, nos quedaríamos para siempre discutiendo y luchando por demostrar que emocionarnos por la declaración de amor de Edward Rochester a Jane nos conduce más rápidamente a Casa que la “Oda a la Alegría”!

El amor guía a todos por igual, sólo que en formas diferentes. Ninguna forma puede ser recetada de manera universal. Ninguna forma tiene propósito en sí misma. Específicos, formas pertenecen al ámbito del cuerpo. El contenido es siempre de la mente.

La métrica shakesperiana de las lecciones del Curso hace de la lectura una exquisitez, una exaltación. Pero no tiene nada que ver con el contenido. De hecho,

Las notas no son nada. Sin embargo, las has conservado, no por ellas mismas, sino como un dulce recordatorio de lo que te haría llorar si recordases cuán querido era para ti. T-21.I.7.1-2

Las notas no son nada. 
Leo estas líneas y observo una vez más la misma sorprendente e irrefutable consistencia en todas las enseñanzas del Curso. El propósito es acercarnos a la esencia del amor, a la unicidad, a aquello que trasciende toda forma del mundo.

Puedo cantar entonces a toda voz un buen rock.
Puedo emocionarme hasta las lágrimas al escuchar mi soliloquio favorito de Hamlet. 
Puedo perderme en el mundo de Austen o de Kubrick o de Bach.
Puedo hacer esto porque estas formas me inspiran a abrirme al contenido amoroso que cada una encierra.
Ese contenido  que no es sino una Presencia amorosa, infinita que nos abraza a todos sin excepción.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red
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