jueves, junio 20, 2019

Justificando Lo Injustificable


A veces me pregunto si no son en verdad extrañas algunas de esas líneas de pensamientos que alimentamos, hasta que un buen día, nos encontramos, casi obligadamente, justificando lo injustificable.
Resulta ser que en este último tiempo, he tropezado con algunas acciones que, provenientes de disimiles orígenes, exhiben una curiosa similitud. Mal podría yo dedicar un par de líneas a la anatomía de estas cuestiones, esas que todos repudiamos colectivamente y practicamos separadamente. 
No obstante, si hay algo que he aprendido es a no permitir que la forma de las formas me ciegue. Esas apariencias consistentes, esas figuras insistentes, solían ser madamas de mi aletargado pensar. No es que haya dejado de sucumbir a ellas como respuesta primera, claro que no. La diferencia es que ahora no contemplo nada sin el auxilio de un rápido reconstituyente que me permite recordar que hay otra manera de mirarlas, una que me recuerda su igualdad congénita. Todas las formas ocupan mi mirada para fortalecer mi decisión de negar la presencia constante de una Verdad que me trasciende y, como tal, nos une. 
Volviendo entonces a esta idea que nos predispone a justificar lo injustificable, resulta ser que la respuesta fácil que cualquier espiritualidad holgazana nos ofrece, se reduce a una expresión del tipo “todo está para ser notado”. No puedo dejar de imaginar que ésta y otras frases hechas se amontonan cuidadosamente en una desgastada maleta de citas rápidas a la que se puede recurrir en caso de sentir la necesidad de dar una respuesta iluminada para demostrar un profundo dominio de nuestra naturaleza divina. 
Todos queremos ser espiritualísimos. Ser exegetas y escribas de la nueva interpretación de cuanto camino a la paz se nos cruce, todo a la luz de estos tiempos modernos y los gloriosos cinco minutos de fama con los que las redes sociales nos engatusan. Todos queremos ser espiritualísimos mientras sigamos usando nuestro nombre y dirección, me parece reconocer gracias a la práctica de mi caminito milagrero.
Escribo estas líneas así de improvisadas agradeciendo no haberme detenido ni un instante a rumiar algunas actitudes. Esa decisión le daría la bienvenida a la experiencia emocional de crucificar al farsante y no hay forma que esa crucifixión no sea la mía. Tantos clavos y espinas no han sido llamados azucenas en vano.
En fin, sí es en verdad extraña esa línea de pensamiento que nos exime de toda responsabilidad para con el otro y terminamos justificando lo injustificable.
Un Curso de Milagros nos recuerda que no es sensato torcer y retorcer y destorcer las formas para justificar una actitud desamorada. Tampoco lo es el castigo por abrigar pensamientos deshermanados. 
No obstante, de una sola cosa sí estoy segura. No voy a utilizar nada que prolifere en estos pagos desérticos para justificar mi falta de fe en mis hermanos que son uno conmigo, sí, pero en el Cielo.
Y aquí, en la tierra, donde únicamente reflejos de esa Unidad están a mi alcance, sólo puedo elegir no valerme de nada para justificar algo que sé que no proviene de Dios. El ataque no proviene de Dios, la descalificación no proviene de Dios, el despojo, la rapiña y el engaño tampoco provienen de Dios.
Y por esto doy gracias.
Gracias porque a toda ilusión, Dios le infundió otro propósito.
Y es uno que el milagro hace visible.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red