jueves, noviembre 21, 2013

Pasitos de Bebé

Leo y estudio las líneas de Un Curso de Milagros. Hago las lecciones con honesta inconstancia. Y al menor descuido, el ego aniquila mi paz mental. Con virulencia.

No abracé el Curso como camino espiritual porque mi vida fuera un desastre. Sin embargo, al comenzar a practicarlo, sí comprendí en su absoluta magnitud, mi dominante fidelidad al mundo.

La esperanza de sentirme estimada, valorada. 
El sueño de sentir que los afectos son sinceros y están para quedarse. 
El anhelo de tener relaciones laborales o amistosas basadas en el mutuo aprecio y consideración.

De la mano del Curso, observé cuán profundo era mi error al buscar algo en el mundo. 
La esperanza era ahora trascender la necesidad de sentirme estimada,valorada. 
El sueño era ahora permitir que mi propio afecto sea sincero. 
El anhelo era tener relaciones laborales o amistosas más allá de la fragilidad e inconstancia de los aprecios y las consideraciones.

Luego llegué a entender que no hay esperanza dentro de la dinámica del ego. 
A veces me encuentro cultivando alguna forma de especialismo esperando que funcione.
Y lo que cosecho es algo mustio, fétido, cruel.

No es fácil mirar esta fealdad sin tropezar con la depresión como camino.
Aún me gustaría que alguien alguna vez me haga sentir apreciada. 
Aún me gustaría sentir afectos sinceros, sin maquillaje. 
Aún me gustaría un espacio laboral donde tantas teorías se transformen en realidad. 
Aún me gustaría un círculo de amistades hermanadas.

Pero no. 
No hay esperanzas en el mundo tal y como entre todos lo hemos construido. 
No hay esperanzas de hacer del infierno un lugar mejor.
Este mundo nos lastima porque creemos en él.
Y el mundo no es sino una representación externa de una condición interna.
Y la condición interna es la decisión de la mente.

En medio de una temporada oscura, sólo una idea sobrevive. 
Podría elegir paz en lugar de esto.
Todos esos rostros traicioneros que desfilan ebrios de satisfacción, representan una decisión. 
Yo podría estar en paz.

He tenido instantes de apacible quietud así que la experiencia me ha enseñado que en las peores circunstancias, siempre se puede tomar otra decisión. 
Pero no es fácil revertir todas las veces que durante eones hemos elegido el olvido. 
Dentro de tanta desesperanza, la buena nueva es que podemos trascender toda esta traición. Y recordar.

Por eso las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben adecuadamente
Aquello que tratamos de aprender no se encuentra en el nivel de la forma.

En ocasiones me he sentido descartada, desechada, despreciada. 
El motor de estas emociones no es el mundo ni sus gentes - ni siquiera yo. 
Es el sueño del ego y su oculto deseo.

Podría ver paz en lugar de esto
Y tal como señala Ken Wapnick, no se trata de hacer de cuenta que la gente no es cruel o artificial o embustera. Se trata únicamente de no atacar esa actitud.
En última instancia, la gente hace lo que hace porque ha elegido el maestro del miedo.
Y nosotros también.
La diferencia es que ahora lo sabemos.

Ahora podemos renovar nuestras esperanzas. No de vivir en un mundo perfecto, no de conocer gente inmaculada y virtuosa.
Renovar nuestras esperanzas de utilizar el tiempo para recordar la Eternidad, de estar en un cuerpo para recordar el Espíritu, de ver tantas cosas distintas para recordar la igualdad del Todo.
Renovar nuestras esperanzas para perdonar y saber que así tenemos un reflejo del amor del Cielo.

Pasitos de bebé. 
Pasitos que debemos dar todos los días todo el día para que una lenta y verdadera transformación ocurra en nosotros.
Pasitos de bebé que nos conducen desde la desilusión, desengaño, decepción al despertar.

Pasitos de bebé que nos conducen al sueño feliz.

Bendiciones,
patricia
Milagros en Red
www.milagrosenred.blogspot.com