Era un trigo tan espléndido que siempre recibía galardones. Todos los años se presentaba en la feria local de cereales y todos los años ganaba el premio al mejor grano.
Un buen día, el reportero de un conocido diario mantuvo una entrevista y así fue como aprendió algo verdaderamente interesante acerca de la modalidad de cultivo del galardonado granjero: compartir las semillas de trigo con todos sus granjeros vecinos.
- ¿Cómo es que usted comparte su mejor semilla con sus vecinos, siendo que ellos compiten con usted es la feria local todos los años? – preguntó el atónito reportero.
- ¿Me pregunta por qué? ¿Acaso no lo sabe? El viento dispersa el polen del grano maduro y lo esparce campo tras campo. Si mis vecinos granjeros cultivaran un trigo de inferior calidad, la polinización cruzada continuamente degradaría la calidad de mi propio grano. Si quiero cultivar un buen grano, debo ayudar a mis vecinos a cultivar un buen grano.
El reportero inmediatamente supo que ese hombre estaba muy conciente de la profunda e inevitable interconexión de la vida. Su cultivo no podía mejorar a menos que también mejorara el de sus vecinos, amigos y competidores.
Y esto mismo ocurre con nuestra vida.
Aquellos que elegimos vivir en paz debemos ayudar a nuestros amigos y vecinos a vivir en paz.
Aquellos que elegimos llevar una vida sostenida en principios y valores debemos auxiliar a otros que han tomado esta misma decisión.
El valor de una vida se entiende correctamente por la suma de todas esas otras vidas que ha tocado y transformado para bien.
Nuestro bienestar está íntimamente ligado al bienestar de todos.
Un Curso de Milagros nos dice que
"De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo" (T-22.VI.10.1)
Recordemos entonces que los medios para alcanzar esto ya nos han sido provistos.
Y que no requieren esfuerzo alguno por nuestra parte.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red