Son muchas las veces en que la
idea de que sólo podemos experimentar dos emociones parece realmente una ficción
– una insensatez total si recordamos que una de esas emociones es invención nuestra
y que la otra nos fue dada.
Sin embargo, no es necesario
creer de todo corazón esta verdad para aceptar la incuestionable comprobación
de los dos mundos totalmente distintos que se derivan de tales emociones. Con su tradicional brevedad y extrema maestría, Un Curso de Milagros
señala que
O bien existe un dios de miedo o
bien Uno de Amor. M-27.4.6
Un dios de miedo.
Un dios de miedo nada tiene que
ver con deformes figuras antropomórficas que escapan de un abismo rojo gracias
a la oportuna intervención de fieles y perversos reclutas.
Un dios de miedo es otra cosa – algo
más delicado, etéreo, urbano.
Un dios de miedo es la ilusión de
no tener hermanos, es la ilusión de estar solos en el universo.
Y esto es lo mismo que aceptar que, de alguna forma y más
allá de todas las formas, he decidido no amar.
Nadie en este mundo se escapa
del miedo, pero todo el mundo puede reconsiderar sus causas y aprender a
evaluarlas correctamente. P-1.1.3
La práctica honesta del Curso es,
una vez más, la forma en que emprendemos esta jornada
de justa evaluación. Y sin lugar a dudas es justa ya que aprenderemos a contemplar
a todos de la misma manera, a estar libres de cualquier forma de especialismo y,
por sobre todo, a entender que “el amor
y la justicia no son diferentes”.
Sólo la Voz de nuestro Maestro
interior nos puede ayudar a aceptar que
nuestra voluntad no es odiar ni vivir en conflicto, no es la soledad ni la
pérdida. Para que este intercambio, esta expresión de amor ocurra naturalmente,
sólo es necesario que examine mi devoción divida, mis
dos voces. El conflicto es por lo tanto, entre el amor y el miedo.
El miedo es siempre un signo de tensión que
surge cuando hay conflicto entre lo que deseas y lo que haces. T-2.VI.5.1
Puedo ver las cosas que hago. Puedo estar atenta al contenido verdadero de mis acciones. Con honestidad, pero
abierta a la Voz que responderá mi pedido de sanación, puedo observar - sin
juzgarme, sin culparme - que de alguna manera he tomado una decisión equivocada.
De alguna manera he decidido no amar.
Ningún relámpago cayó sobre mi
cabeza.
Ninguna plaga golpea a mi
puerta.
Ningún dios abisal reclama bramando mi presencia.
En verdad, ese dios de miedo ¡es
el que ahora tiene miedo! Nada puede prevalecer cuando la fe abandona el altar de la oscuridad y lo entregamos a la Paz.
Hoy no tengo miedo de mi hermano.
Nada me separa de él. Todo interés, meta, propósito es uno y el mismo.
Hoy no tengo miedo de Dios. Un Padre amoroso no permite que su hijo sufra. Un Padre
amoroso jamás dejaría de contestar una sincera petición de su hijo.
Hoy no tengo miedo de mí. Dios va
conmigo dondequiera que voy.
Levanta la mirada y contempla Su Palabra
entre las estrellas, donde Él ha escrito tu nombre junto con el Suyo. Levanta
la mirada y halla tu infalible destino que el mundo quiere ocultar, pero que
Dios quiere que veas. C-EP.3.6-7
Dios está conmigo.
Y el aroma de las flores es su regalo para mi.
Bendiciones,
patricia
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