miércoles, diciembre 05, 2018

Hermanos, ¿qué otra cosa podría necesitar?


Una vez al año, en diciembre, emprendo la infecunda tarea de organizar mi escritorio algo colmado de cuadernos, agendas y hojas sueltas. Nunca logro mi cometido ya que al abrir algún cajón siempre encuentro algo que reclama mi lectura. En esta ocasión, fue un artículo del Dr. Ken Wapnick publicado en la revista "The Lighthouse" (El Faro) cuyo título “Nuestra igualdad con Jesús” removió algunos de mis perdones pendientes.


Si hubo una idea que me hizo experimentar la certeza absoluta de la verdad del Curso es aquella en donde su autor se describe a sí mismo.

El nombre de Jesús es el nombre de uno que, siendo hombre, vio la faz de Cristo en todos sus hermanos y recordó a Dios. (C-5.2.1)

Jesús, una parte del único Ser del cual tú y yo también participamos. Jesús, un fragmento del todo que recordó su Ser y ahora nos ayuda a alcanzar el mismo recuerdo. Jesús, una unidad en estado pleno mientras que en nosotros en potencial.

No es fácil aceptar nuestra igualdad con Jesús.  Recuerdo una clase de Teología en donde examinando las características del “Verbo encarnado”, resultaba evidente que los logros de Jesús le eran suyos exclusivamente porque solo él gozaba de la naturaleza divina fusionada con la humana – denominada unión hipostática en el catolicismo - porque claro está, él era el único hijo de Dios. Todos nosotros, simples mortales, debemos conformarnos con la naturaleza humana y mucha confesión de pecados.

Un Hijo de Dios separado y victimizado bien podría operar como una definición exprés de especialismo. ¿Cómo no estar molestos con él por ser el favorito de un padre entre caprichoso y  excesivo? ¿Cómo amar a alguien cuyo padecimiento no se parece en nada nuestro porque en él todo es perfecto? Con Adán el vínculo entre Dios y la creación fue quebrado. Pero Dios amó tanto al mundo que le dio su unigénito hijo y ya conocemos el resto.

Sin embargo, tenemos un documento espiritual que en sus miles de páginas nos recuerda que no hay forma de regresar a la paz si seguimos fortaleciendo la creencia de que Jesús es un otro distinto a nosotros. La unión es imposible, el amor es absurdo y el despertar en nuestro Hogar es ficción cada vez que imaginemos una brecha que separa nuestras voces.

Gracias al Dr. Kenneth Wapnick he aprendido a aceptar que mi compromiso como estudiante del Curso va más allá de la práctica diaria de pedir ayuda para darle la bienvenida al milagro que deshace la decisión de la mente a favor del paradigma de la individualidad. 

Pensemos en todas aquellas personas de las que somos carceleros porque no han sido tal como quisimos que fueran. Pensemos con cuánta estima coleccionamos ataques para descargarlos sobre amigos, compañeros, familia. Así es como los resentimientos se muestran tal cual son, representaciones de deseos personales insatisfechos, anhelos de ser algo que no somos.

Renovemos nuestra voluntad de sanar en esta temporada especial del calendario.
Si Jesús simboliza al Hijo tal como Dios lo creó y yo soy tal como Dios me creó, nadie -y cuando digo nadie quiero decir nadie- de la Filiación queda excluido.

Tú que eras un prisionero en la separación eres ahora libre en el Paraíso. Y allí me uniré a ti, que eres mi amigo, mi hermano y mi propio Ser. (T-20.III.10.6)

Entremos juntos en un instante santo.
Bendiciones,
Patricia
Milagros en Red