La práctica del Curso es
absolutamente intransigente con cuanta versión de los hechos presentemos que solo buscan hacernos
quedar bien en menoscabo de la otredad. En este caso, la propuesta más honesta
que nos ofrece el Curso es observar la miseria de nuestro pensamiento y
desdramatizando el relato, aceptar que hemos decidido no perdonar.
Seguramente todos podemos repasar
algún evento y volver a sentir que las razones para estar ligeramente molestos eran
válidas en función de que, palabra más, palabra menos, alguien decidió sin mucha vuelta descalificar
nuestras bondades y arrojarlas al estercolero. No obstante, y como de aprender
se trata, bien podemos reconocer que la descripción de la dinámica del ego no
nos es ajena. Todo lo que derive de su aparentemente desinteresada intervención
es mísero y desierto. Y entre esos denominadores nos encontraremos mil veces
hasta que elijamos perdonar.
Nuestra mente inferior, tal como
señala el Curso, no puede dejar de asociar cualquier circunstancia con cuerpos
y es a través de ellos que busca satisfacción. Un cuerpo tiene que agradecer
nuestras gentilezas, y así encontramos bienestar en la grandiosidad. Pero si un
cuerpo osara invisibilizar las abnegaciones que le hemos brindado, no se
requiere más que un instante para que ese cuerpo sea la morada de la venganza,
el cobijo del odio, la prisión de las ilusiones.
Esta diligente y casi repetitiva
vocación al desastre, no proviene sino de la evaluación que en todo momento
hacemos de nosotros mismos. Podemos probar infinidad de alternativas, ninguna
funcionará. Podemos persuadirnos de que nuestras lecciones de victimismo son
insalvables, mas es un error que amerita corrección. Podemos afirmar que estamos
destinados a recibir baratijas frente a la dación de nuestro amor, pero eso no
es verdad.
Eres libre de
probar cuantas quieras, pero lo único que estarás haciendo es demorar tu
retorno al hogar. (T-15.III.2.5)
Todas nuestras lecciones entonces
pueden entenderse como el espacio en donde me permito ser guiada de regreso a
Dios. Escribir esta línea me invita a descansar de tanta pesadumbre, el
desierto es agobiante para los errabundos que momentáneamente olvidan que no
hay forma de perder la capacidad de recuperar nuestro Hogar. Sueño un éxodo de
amparo, un Dios desdeñado, una procesión de peregrinos extraviados, mi ausencia
de realidad.
El mundo
comenzó con una extraña lección, lo suficientemente poderosa como para dejar a
Dios relegado al olvido y a Su Hijo convertido en un extraño ante sus propios
ojos, exiliado del hogar donde Dios Mismo lo había ubicado. (T-31.I.4.5)
Pero el Espíritu Santo lo
recuerda por mí. Él me guía en mi jornada de regreso porque ésa es Su
misión. Y tal como la experiencia me ha
enseñado, cuando elijo seguirLo doy gracias por sus tantísimos recordatorios de
que en este lugar de sombras es donde nace el perdón.
Sin el verdadero perdón, seguiré
privada de hogar, hermanos, paz. Pero ninguna de estas palabras es virtuosa si
me eximo de observar mis sentires con respecto al perdón. Muchos consideramos
que es algo injusto de dar frente a tanta crueldad, quedando así oscurecida la
bondad del perdón.
¿Quién que haya sido herido por su hermano
podría amarlo aún y confiar en él? Pues su hermano lo atacó y lo volverá a
hacer… Tal vez perdonarlo sea un acto de caridad, pero no es algo que él se
merezca. Se le puede compadecer por su culpabilidad, pero no puede ser eximido.
Y si le perdonas sus transgresiones, no haces sino añadir otro fardo más a la
culpabilidad que realmente ya ha acumulado.T-27.II.1-5
Líneas atrás señalé que sin el
verdadero perdón, seguiré privada de hogar, hermanos, paz y esto es así porque
el perdón no es sino el reflejo de las leyes de Dios en estos pagos. Y ese
reflejo me acompaña en el proceso de reconocer que las ilusiones son ilusorias
y por lo tanto son lo único que debo perdonar.
A ninguno de mis hermanos les
hace falta mi perdón, sólo a mí que todavía descargo sobre ellos un deseo
demente de verlos condenados por sus desamores. Yo necesito perdonar, no las
conductas de la otredad, sino a mi separatista interpretación de esas
conductas. Tengo una enorme necesidad de perdonarme porque otra vez he elegido
contemplar las cosas desde el desierto y al hacerlo, sólo espejismos distingo porque
eso es lo único que existe allí.
No se trata de negar las cosas
que vemos. Un curso de milagros no es un camino para convertirnos en
bobalicones espirituales que ven todo color de rosa. El Dr. Ken Wapnick señala que en este mundo
las gentes hacen cosas insensatas porque estar en este mundo es una cosa
insensata. La práctica sostenida del perdón significa operar en el ámbito de la
interpretación, esa que nosotros damos por hecho. Una interpretación que
demuestra que las gentes no tienen corazón y que por eso nos lastiman
profundamente. Y así llegamos al propósito último de nuestras prácticas, vale
decir, observar qué maestro estamos eligiendo para que nos enseñe la forma
correcta de percibir el mundo.
Siempre que consientes sufrir, sentir privación, ser tratado
injustamente o tener cualquier tipo de necesidad, no haces sino acusar a tu
hermano… Presentas ante sus ojos el cuadro de tu crucifixión… La imagen que de
ti le ofreces, te la muestras a ti mismo y le impartes toda tu fe. El Espíritu
Santo, en cambio, te ofrece una imagen de ti mismo en la que no hay dolor ni
reproche alguno para que se la ofrezcas a tu hermano. (T-27.I.3 fragmentos)
Cuando observo entonces la
miríada de desamores compartiendo la visión de Jesús, hago a un lado la ilusión
de juicio y mi razón tiene ahora a la verdad como norte. Aquella impenetrable
muralla de granito es finalmente iluminada hasta desaparecer en la nada.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red
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