Imaginemos un cristal que estalla en millones de fragmentos. Cada uno representa un aspecto de este mundo de sueños. Cada aspecto de la forma es parte de la Filiación. El tema es, tal como una vez leí, que estamos tan acostumbrados a mirar todos desde nuestro punto de referencia como personas, que nos olvidamos de incluir a ranas, plantas, rocas. De hecho, el Curso nos invita a recordar cuán sagrado es el más diminuto grano de arena, cuando se reconoce que forma parte de la imagen total del Hijo de Dios. Blanca, mi perrita de tantos años, también lo es.
Noté un deterioro en su cuerpito, un retraimiento en su habitual comportamiento y un análisis comprobó una enfermedad roja y letal como pocas. Nada dispara tanta culpa como la experiencia de decidir sobre la muerte de una mascota que, tal como señala Ken Wapnick, “no parece necesitar a Dios, parece necesitarnos a nosotros”. Pensar en cuándo y cómo debe morir, es una experiencia teñida de desconsuelo.
Por momentos parece algo demente el contenido de las charlas que mantengo con ella por las noches, cuando su esfuerzo por respirar se vuelve notorio en el silencio en la casa. El amor que me inspira ese cuerpito peludo y ahora tan consumido, no es menos real que el que siento por otras personas. “Todo está bien, Blanca. No tengas miedo. Te quiero. Te quiero mucho”.
La experiencia que se avecina me hizo recordar todas las perritas que tengo guardadas en mi corazón. Anoche recordé el nombre de cada una... y se los dije en voz baja a Blanca en un intento de asegurarle que no hay momento en el que el Amor no esté presente. Recitar el nombre de todas esas alegres colas ondeantes me ayudó a reconocer la interconexión de la Vida. Cada una de esas orejas, de esos ojos, de esas patitas son un dulce recordatorio, un atisbo, del vínculo que tenemos con nuestro Padre.
Ni una sola nota del himno celestial se ha perdido.
Seguramente Blanca me ayudará a comprender.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red