domingo, marzo 11, 2012

El Día Después

Sostenernos en el Amor.
Consolidarnos en la Paz.
Cualquier de estas ideas pueden entenderse como síntesis de nuestro trabajo interior. Trabajo que, dicho sea de paso, es la única cosa que tenemos que honrar independientemente de las circunstancias externas.

Abrigarnos en la Luz.
Invocar nuestro Único  Ser.
Sin embargo, como dignos practicantes del Curso, es casi imposible no caer en las sugestivas tentaciones, seductoras redes del nunca bien ponderado  ego. Cierto es que nuestros  ciegos tropiezos ocurren ya de  vez en cuando. También que son cada vez menos asiduos.  Pero esporádicamente, ¡helos ahí!

Mi canto se eleva hasta el Cielo.
Mío es el Reino.
Un Curso de Milagros nos invita a elegir de nuevo. A veces de manera poética, otras fraterna, en ocasiones imperativa. Pero, ¿no tendremos alguna receta ancestral, quizás formula oculta para el día después? El día después, la hora después, el segundo después… ¿de un ataque de ego?

Recordar mi Identidad compartida.
Escuchar la Verdad.
Las erupciones egoicas tienen siempre las mismas características.  Miramos en nuestro interior  y solo vemos desolación, pérdida y soledad. Sombras de viejos odios bailotean. Fúnebres y marchitos fantasmas. Si buscamos con honestidad, detectaremos emociones que nos remontaron hacia lo alto ... sólo para estrellarnos luego con el suelo.

En el Corazón de Dios radica mi existencia.
Dejo todas mis necesidades en Tus manos.
Volver a empezar.  Detrás de esta situación hay una radiante lección. Si la paz ha de extenderse hasta el lugar más recóndito de la tierra, tiene que empezar conmigo. Y desde allí  extenderse a cada hermano. Y así llevarle descanso.

Tu Voz me guiará muy concretamente.
Extiendo mi mano a todos mis hermanos.
Renovar el compromiso con los milagros requiere de fe, fe que a veces parece tener escasos, reducidos  resultados.  Sin embargo, hemos dado ya algunos pasos en dirección a la Paz, en dirección a nuevos  e invulnerables cimientos sobre los que florecerán los pensamientos que compartimos con Dios.

Perdonaré y esto desaparecerá.
La paz de Dios se me concede  cuando me uno a mi  hermano.

 Puedes estar seguro de que algún día, tal vez hoy, tal vez mañana, entenderás, comprenderás y verás.L-pI.124.11.3

Bendiciones,
Patricia
Milagros en Red