Leer al Dr. Kenneth Wapnick es para mí,
experimentar un remanso de bondad y entendimiento. Gracias a su trabajo de extensión, mi práctica del perdón se redefine desde una introspección consciente, donde ningún embellecedor cosmético es bienvenido.
En estos últimos meses, por no decir en estas últimas décadas, una pregunta apacible y recurrente me acompaña en toda circunstancia . ¿Qué voz estás escuchando, patito? La respuesta honesta no se demora en llegar.
Las más de las veces, cualquier pensamiento que me invite a considerar que he sido injustamente tratada, indica que mía es la voz de la separación. En otras ocasiones, entre esporádicas y dispersas, una placidez en mis decires, una dulzura en mis haceres, simbolizan el recuerdo de otra Voz que no es mía sino una y nuestra.
Su Voz es simplemente un
recordatorio. (T-5.II.7.4)
Una voz árida que ruge demente. Una voz apacible
que aguarda la voluntad de escucharla al compartirla. A esto se reduce todo.
No a lo yo que digo o tú
haces o ellos piensan o nosotros deberíamos.
En verdad, este reduccionismo no se expresa en ninguna
forma sino en la voz que estamos eligiendo escuchar, el sistema de pensamiento
que ineludiblemente es pleno en nosotros en cualquier instante dado. Y desde
este lugar, las formas serán congruentes a tal contenido.
El Curso es radical y en su propuesta el edulcorante
no existe.
Quizás hoy, quizás mañana, comprendemos sin reservas que el mundo es
un constructo que nos enseña que el mismísimo mundo existe como axioma de la
dualidad. Y así, casi emulando a Escher y sus teselados, rellenamos un aparente
vacío con arquitecturas imposibles, continuidades autorreferentes, todas imágenes
de pensamientos de absurda validez.
Nada del mundo de la percepción funciona. Esto no
significa que no pueda alcanzar éxito profesional, bonanza económica o el peso
perfecto. Nada del mundo funciona porque nada del mundo colabora con mi
despertar. Todo el mundo y sus caricaturas sostienen el sueño de la
vulnerabilidad.
Si yo existiera, la separación sería real.
Y para sostener mi práctica diaria, recuerdo sin
esfuerzo que mi experiencia de la paz se afianza al elegir salvar esa
imaginaria brecha que me cercena del todo.
Sólo la práctica del instante santo me permite
apartarme de la percepción lineal de las cosas y observándolas sin vanas figuraciones,
recupero la libertad sólo para dársela mi hermano y así permitir que la
unicidad amanezca en mi mente.
Para lograr esto, no es necesario un gran
discurso. Sólo con que no obstruya su paso con clavos y espinas es suficiente.
Pues el hijo redimido del
hombre es el Hijo inocente de Dios, y reconocerlo es tu redención. (T-13.II.9.7)
Esta experiencia individual y escindida es efecto
de una decisión equivocada y por más que nos resulte extraño, no tiene
consecuencia alguna.
En caso de duda, permitamos que los milagros reemplacen
los resentimientos que sostienen nuestra irrealidad.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red
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