miércoles, marzo 11, 2009

Mi Trencito Está Lleno De Amigos

Estaba yo sentada en la cocina, tomando unos mates medio lavados. Desorden en la mesa, autitos y trencitos en el piso, miguitas de galletitas, los restos de una “Cajita Feliz” y yo ahí, en ese entorno, estudiando el Curso.
Estos últimos días han sido realmente sorprendentes y de alguna manera mi propio proceso de comprensión está tocando timbre de mi puerta. Veamos cómo sale.

Estudio el Curso, no tan dedicadamente como me gustaría, por momentos me encuentro a mí misma diciéndoles a mis compañeras de estudios “no hagamos del Curso una enorme colección de palabras amorosas. La única forma de “hacer” el Curso es practicarlo”.
A veces nos aferramos a la loca idea de que hasta que no hayamos leído el Texto, todo el Texto al menos una vez y no hayamos hecho el Libro de Ejercicios durante todo un año; no vamos a estar de alguna manera listos para “vivir, comer y dormir” con el Curso, parafraseando a un estudiante de larga data y de otras latitudes.

Pero hoy se que no es tan “así”.
¿Dónde dice esto? ¿Quién dice esto?
Nuestros egos, obvio, en un despiadado intento de prolongar el alquiler de nuestras mentes.
El día que nos demos cuenta de esto, abogados celestes mediante, podremos iniciar el desalojo ¡sin ningún juicio!

Pero la cuestión es practicar. Pero, ¿cómo? A través de nuestros hermanos, seguro.
Es bien cierto que necesitamos estudiar el Curso, un conocido maestro sostiene que una vida no es suficiente para comprenderlo totalmente.
Pero el hecho de no haber completado el estudio integramente, no significa que no podamos extendernos, extender literalmente nuestras manos y extender nuestro amor.

No es sino a través de nuestros hermanos, bajo los infinitos disfraces de maridos, ex maridos, hijos, padres y padres políticos, compañeros de oficina, vecinos, conocidos y amigos que ayudándolos a sanar me permito sanar.
Si mi decisión ha sido la de convertirme en un obrador de milagros, nadie queda afuera del círculo de reconciliación con nosotros y con Dios. Y nadie afuera significa todos adentro.
Y por momentos la palabras “todos” es enorme.
Pero, nadie nos pide que lo hagamos mañana a la mañana, puedo empezar con pasitos de bebé, no?
Pero mañana a la mañana sí puedo empezar a practicar. En realidad, puedo ¡a-ho-ra!
Si me cruzo con un viejo conocido parado en una tumultuosa cola del supermercado y no acuerdo muy bien porque fue que dejamos de vernos; bien puedo acercarme y darle aquello que me sana.
¿Qué tal un gesto de gentileza y cordialidad mientras voy detrás del volante?
¿Y qué tal si cuando entro a la oficina cada mañana, abrazo ligeramente a cada compañero y le pregunto honestamente, “cómo estás”.
¿No es fácil?
Extendernos es simple. Es una decisión que tomamos en un instante..

Octavio, mi hijo de tres años está jugando al lado mío, está hablando bajito pero se ríe mucho.
- ¿Qué estás haciendo?, le pregunto.
- Paseo a mis amigos. ¡Mi trencito está lleno de amigos!

Y creo que esto es lo que quiero para mí, y sin lugar a dudas Dios también lo quiere para mí.
Quiero un trencito lleno de amigos, que me permita sanar a medida que les permito sanar.
Bendiciones,
patricia
Milagros en Red

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